Cuando hablamos de las emociones básicas del ser humano siempre debemos mencionar la ira.
Por incómoda o problemática que pueda resultar en apariencia, cumple varias funciones adaptativas: nos permite desarrollar rápidamente vías de defensa, ataque o lucha en situaciones en las que percibimos que está en peligro nuestra integridad física o psicológica.
Una de las características más destacadas de la ira es que aparece de manera intensa, súbita y difícilmente controlable. La respuesta de activación fisiológica dispara nuestros sentidos y genera signos difíciles de gestionar, como sudoración, palpitaciones, tensión corporal y maxilar, calor, entre otros.
No obstante, a pesar de que todos nosotros somos susceptibles de experimentar ira en determinados momentos, algunas personas tienen verdaderas dificultades para gestionar los llamados ataques de ira, lo que les genera grandes problemas en diversas áreas vitales.
En el artículo de hoy mencionamos algunas de las estrategias más útiles para aprender a gestionar la ira de una forma más adaptativa:
Aunque en cualquier situación podemos experimentar ira de manera repentina si sucede algo frustrante o potencialmente dañino para nosotros, existen situaciones en las que la aparición de esta emoción se produce más a menudo que en otras. Por ejemplo, si una persona tiene una relación difícil con un pariente al que ve en comidas familiares solamente, puede tomar nota de los próximos eventos familiares organizados para prepararse mentalmente para la posible respuesta de ira.
Los síntomas prodrómicos son señales que aparecen antes del ataque de ira en sí y pueden ser diferentes según la persona. Por ejemplo, hay personas que empiezan alzando el tono de voz ligeramente. Otras experimentan sudoración o sensación de calor intensa, especialmente en el rostro. También es común apretar los puños o notar un ligero temblor en las manos antes del ataque de ira.
Si nos encontramos en una situación diana y ademas empezamos a notar algún pródromo, podemos darnos espacio a nosotros mismos haciendo un tiempo fuera. Esto consiste en alejarnos de la situación diana pidiendo ir al aseo, avisando de que vamos a tomar un vaso de agua o simplemente saliendo de la sala con el objetivo de regular nuestro estado de ánimo e intentar rebajar la activación fisiológica que ha comenzado.
La respiración suele verse alterada en estos procesos, ya sea porque tendemos a contenerla o a la hiperventilación. Por eso, una forma de ayudarnos a regular nuestro estado es utilizar respiraciones profundas para evocar calma en el cuerpo y poder manejar la situación desde la estabilidad emocional.
En conclusión, la ira es una emoción compleja que puede generar problemas en nuestra vida diaria. Sin embargo, existen estrategias efectivas que nos permiten gestionarla de una manera más adaptativa.
Identificar situaciones diana, reconocer los pródromos, utilizar técnicas de tiempo fuera y respiración pueden ser herramientas valiosas para aprender a controlar esta emoción y evitar situaciones incómodas o problemáticas. Con un poco de práctica y dedicación, podemos mejorar nuestra capacidad de gestionar la ira y lograr una vida más equilibrada y saludable.
Este artículo ha sido escrito y revisado por la psicóloga de MentSalud, Ana Isabel Sánchez.