Los tics nerviosos son relativamente frecuentes entre los niños.
Se trata de movimientos o sonidos repentinos repetidos y rápidos.
El niño los experimenta como si no pudiera evitarlos, aunque puede suprimirlos a voluntad en algunos momentos, aunque sea parcialmente. La experiencia es similar a la del estornudo o el bostezo, generalmente aparece una tensión previa, que cesa cuando se llevan a cabo los mismos.
Los tics pueden ser motores (cuando implican movimientos) o vocales (cuando implican sonidos). A su vez se clasifican en simples y complejos:
Existen diversos trastornos que incluyen tics. El Trastorno de tics transitorios, el Trastorno de tics motores o vocales crónicos y el Síndrome o Trastorno de la Tourette.
Los padres frecuentemente observan que los tics se incrementan en frecuencia e intensidad en períodos de estrés.
No obstante, al igual que ocurre con el tartamudeo o disfemia, puede haber niños que presenten un aumento de la frecuencia o intensidad de los tics cuando están más tranquilos. De forma que estos sean más pronunciados por ejemplo en casa con los padres y menos en el colegio con los profesores y amigos.
No se debe llamar la atención al niño por esto. Mostrarnos comprensivos con él y darle valor a sus sentimientos les aliviará parte de su malestar.
Hay que valorar si el niño tiene ansiedad y tratarla, así como cualquier otro problema como por ejemplo, Trastorno por déficit de atención con hiperactividad, Trastorno obsesivo-compulsivo o epilepsia.
Las técnicas conductuales o la medicación psicofarmacológica pueden ayudar a que cesen.