Aunque el espectro de adicciones es bastante amplio dentro de la psicología terapéutica, lo más destacable en este ámbito suele ser el abuso de distintas sustancias psicoactivas como alcohol, drogas ilegales y fármacos, además de la adopción compulsiva y sistemática de ciertos comportamientos como la adicción al juego o al sexo, hasta el punto de anular el interés por cualquier otra actividad descentralizada de la adicción como la interacción con la familia y amigos dificultando la vida del paciente.
Del extenso campo de adicciones, el abuso de drogas es el que tiene efectos más devastadores en la vida del paciente, su entorno y su salud, puesto que el uso continuado de sustancias psicotrópicas predispone e la aparición de ciertas enfermedades físicas y psicológicas que podrían causar alteraciones permanentes.
Los programas de prevención social se han reforzado en los últimos años para eliminar factores de riesgo entre los jóvenes, que son los más propensos a iniciarse en el abuso de estas sustancias, especialmente cuando existen factores de riesgo como antecedentes familiares o en entornos desfavorecidos.
Las causas de las adicciones contemplan un extenso rango de variables posibles que en todos los adictos se repiten en mayor o menor medida. En unos casos, el comportamiento abusivo se desencadena a causa de un suceso traumático en el que la persona encuentra alivio ante el estímulo provisto por determinadas situaciones o sustancias. Como por ejemplo, la persona que pierde a un familiar y termina volviéndose adicta a la medicación prescrita con fines terapéuticos.
En otros casos, la adicción deriva de circunstancias psicosociales o del entorno que se producen espontáneamente de forma paulatina. Como por ejemplo, la persona que consume drogas con fines recreativos ocasionales y termina volviéndose adicta consumiendo de forma permanente y sin ningún control.
En otras ocasiones, la raíz del problema es mucho más profunda y se encuentra en conflictos no resueltos de los que el paciente ni siquiera es consciente o trata de solapar mediante la estimulación que le producen sus conductas adictivas. Como por ejemplo, el maltrato o abuso infantil.
Estos desencadenantes pueden producirse en patrones claramente definidos o como una mezcla de ellos (Por ejemplo, el consumidor recreativo que puede volverse adicto ante una situación o hecho traumático) y es el terapeuta quién deberá establecer un perfil para desarrollar la línea de tratamiento que presente un mayor porcentaje de éxito en cada caso.
La adicción es una enfermedad crónica que no llega a desaparecer totalmente, aunque con el asesoramiento y tratamiento adecuados, el adicto puede recuperar su calidad de vida y desvincularse de los problemas, emociones y situaciones conflictivas que le generan sus conductas adictivas.
Es importante que el paciente comprenda la cronicidad de su enfermedad, pues muchas recaídas están vinculadas precisamente con este hecho cuando se ha superado un tiempo prolongado sin consumir o desarrollar los comportamientos patológicos asociados a su adicción, pues el paciente tiende a confiarse y se vuelve más proclive y susceptible de recaídas iniciando un nuevo ciclo de recaída-deshabituación.
Las recaídas en el tratamiento de adicciones son bastante frecuentes y no significa por ello que el tratamiento ha fracasado, pues muchas enfermedades físicas como la diabetes o la hipertensión pasan por ciclos de reajuste de la medicación y es precisamente desde este prisma terapéutico de reajuste en el que debe establecerse la base del tratamiento farmacológico y terapia conductual para los adictos.
La combinación del tratamiento farmacológico y la terapia conductual se ha postulado como la vía más eficaz en el tratamiento y control de adicciones con mayor porcentaje de éxito entre los pacientes.