Las fobias son temores irracionales a elementos o situaciones que en principio no tienen por qué entrañar peligro alguno para la supervivencia, pero que disparan la respuesta de miedo intenso. Siguiendo esta definición, es factible poder sufrir fobia a elementos cotidianos del día a día. Por ejemplo, una de las fobias más comunes que nos encontramos (y de las más incapacitantes) es la amaxofobia, o miedo patológico a conducir o a la sola idea de tener que coger un coche.
En este artículo vamos a hablar de la hematofobia, caracterizada por conductas de evitación o escape ante la presencia de agujas, sangre o heridas. En los casos más graves, la persona puede llegar a sufrir un desmayo con pérdida de conocimiento. Se trata de una de las fobias más prevalentes en la población general. Algunos estudios señalan que puede manifestarse hasta en el 31% de la población.
En la mayoría de las fobias observamos una respuesta fisiológica parecida cuando la persona se expone al estímulo fóbico: incremento de la frecuencia cardíaca, sudoración, conductas de escape, ansiedad anticipatoria, mareos, entre otros síntomas; la hematofobia particularmente, estos síntomas pueden llegar a ser tan intensos que la persona puede llegar a perder el conocimiento o sufrir un síncope vasovagal.
Como en todas las fobias, no todas las personas que sufren hematofobia la sufren con la misma intensidad ni con los mismos síntomas. Así, podemos experimentar aversión hacia la visión de la sangre y evitar mirar cuando nos están pinchando en el brazo, pero no por ello manifestamos síntomas que pueden conducir al desmayo.
No obstante, son numerosos los casos en los que las personas manifiestan aversión o cierto temor a la exposición de la sangre, agujas o heridas. Estos se convierten en profesionales sanitarios cuya sintomatología se encuentra completamente bajo control.
La hematofobia, como muchas otras fobias, puede resultar incapacitante en las personas que la sufren, especialmente en aquellas con tendencia a sufrir síncopes. La terapia cognitivo conductual puede ser de gran utilidad en estos casos, ayudando al paciente a trabajar la exposición paulatina y controlada a situaciones fóbicas. Otra opción es la terapia a través de la realidad virtual, muy interesante también en estos casos.
Muchas personas optan por mantener las conductas de evitación y escape y no exponerse a este tipo de terapias, lo que a veces se traduce en menos visitas a los profesionales sanitarios y, como consecuencia, el diagnóstico tardío de algunas enfermedades, por lo que es recomendable trabajar esta fobia.
Gracias por leer nuestro artículo sobre Hematofobia: el temor a la sangre y las agujas de MentSalud.