Llamamos distorsiones cognitivas a las malinterpretaciones erróneas y desadaptativas que podemos sufrir a la hora de procesar la información. Por ejemplo, las personas que padecen depresión suelen experimentar distorsiones cognitivas en las que su autoconcepto se ve afectado de manera reiterada. Detectar estas distorsiones y entrenar nuestra mente en reinterpretarlas y relativizarlas es muy importante de cara a mantener un buen ajuste psicológico.
En ocasiones, las personas están tan centradas en sus distorsiones cognitivas que las interpretan como verdades absolutas y resulta muy difícil ayudarles a romper el bucle al que pueden verse abocadas. La ayuda psicológica resulta esencial en estos casos, ya que un buen profesional de la salud mental puede ayudar a relativizar estas creencias erróneas.
Dicho de otra forma, las distorsiones cognitivas son formas irracionales o inexactas de pensar que pueden contribuir a problemas emocionales y de comportamiento.
Algunos ejemplos de distorsiones cognitivas comunes incluyen la generalización exagerada, la negación, la minimización, la exageración y la personalización. Estas formas de pensamiento pueden hacernos ver el mundo de manera sesgada y distorsionada, lo que puede afectar negativamente nuestro bienestar emocional y nuestras relaciones con los demás.
La persona sólo se fija en detalles negativos de una situación, magnificándolos, mientras ignora los aspectos positivos que tuvieron lugar.
La persona tiende a considerar dos extremos. Las cosas sólo pueden ser buenas o malas, si hace algo bien es perfecta y si no es una fracasada. No considera un término medio.
De una única situación la persona extrae una conclusión negativa y anticipa el mismo desenlace ante circunstancias futuras relacionadas.
La persona sabe qué sienten los demás respecto a ella y, por tanto, sabe por qué se comportan de la forma en que lo hacen.
La persona espera lo peor ante cualquier situación.
Se establece la tendencia a asumir que “Yo siento, por lo tanto, yo soy”, sin tener en cuenta que puede tratarse de un estado emocional negativo pasajero.
La persona asume que hay aspectos de sí misma que deben ser de una forma concreta.
La persona asume que tiene la razón absoluta y rechaza cualquier punto de vista que contradiga su idea inicial. No emplea apenas tiempo en valorar lo que otras personas pueden aportarle.
El sujeto muestra cierta tendencia a asumir que todo depende de él, incluidas las acciones o estados de los demás.
La persona muestra tendencia a darle más importancia a los fracasos, sin tener en cuenta los éxitos.
Generalizamos alguna cualidad concreta de nuestra personalidad y lo asimilamos como un juicio negativo global que constituye la verdad absoluta, incluso aunque exista evidencia en contra.
La persona interpreta los sucesos como una casualidad, no como algo realmente merecido.
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