En el año 1.973 se produjo un atraco en una sucursal del Banco de Crédito en Estocolmo. El atraco lo perpetró Erik Olsson, disparó a dos agentes y secuestró durante seis días a cuatro hombres y tres mujeres. A pesar de las continuas amenazas por parte del secuestrador a los rehenes, una de las mujeres mostró tras los eventos su plena simpatía y confianza hacia Olsson. Llegó incluso a ofrecerse a acompañarle en un viaje, a cambio de la liberación de dos rehenes. No fue hasta un año más tarde, en 1.974, cuando surgió el término síndrome de Estocolmo¸ al producirse otro famoso secuestro.
Patty Hearst era la heredera de una de las familias más adineradas e importantes de los Estados Unidos. Una noche, fue secuestrada a punta de pistola por el Ejército Simbiótico de Liberación (SLA). El SLA estaba compuesto por una docena de personas que consideraban a los Hearst como la supremacía fascista del país. No obstante, al poco tiempo de secuestrar a Patty, ésta declaró haberse unido al SLA, llegando a participar en varios atracos y revueltas. 18 meses después de su secuestro, fue detenida y condenada a siete años de prisión, de los que cumplió finalmente dos. Publicó sus memorias en 1.981 y señaló que durante casi dos meses había sido sometida a todo tipo de torturas y abusos.
La existencia de un síndrome de Estocolmo como tal ha sido puesta en duda en multitud de ocasiones. Muchos expertos señalan que se trata más de una excepción que de una regla, debido a su escasa prevalencia. Se ha señalado este síndrome como parte del llamado estrés postraumático complejo. También se ha intentado utilizar para explicar en parte los procesos psicológicos que sufren las víctimas de violencia de género, los miembros de sectas, entre otros. Al parecer, algunos de los elementos influyentes en desarrollar este síndrome o no pueden ser el tiempo que dura el secuestro (se ha observado en personas secuestradas durante varias semanas o meses) y la actitud de los captores hacia los rehenes (amabilidad). También se relaciona con el concepto de indefensión aprendida: la persona comienza a interiorizar que las circunstancias son inevitables e incontrolables, por lo que nada de lo que pueden hacer va a provocar otro resultado. No obstante, no se han constatado variables de personalidad o situacionales predisponentes para el desarrollo de este síndrome. Esto se debe en parte a la poca incidencia del trastorno y la imposibilidad de realizar estudios empíricos, por cuestiones éticas.
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