Trauma viene del griego y significa “herida”.
Un trauma es un choque emocional muy intenso que se produce por algún acontecimiento que se vive de forma negativa y que produce en una persona una huella duradera que no puede, tarda o le es difícil de superar.
Los niños son extremadamente vulnerables a los acontecimientos traumáticos.
Muchos hechos que los adultos pueden considerar ordinarios, como la llamada de atención de un profesor, el atragantamiento por una pieza de comida o insultos de otros compañeros, ellos los pueden experimentar como amenazantes para su vida, autoconcepto o autoestima.
Los traumas instalan creencias de “estoy en peligro, no soy querido…” que impactan en todo el desarrollo y los retos que los niños deben ir conquistando. De modo que el acontecimiento traumático impacta en pensamientos, emociones y comportamiento del niño o adolescente.
En 2012, la Organización Mundial de la Salud (OMS), recomienda el tratamiento con EMDR en formato individual o grupal para el tratamiento tanto en niños como en adultos con Trastorno de Estrés Postraumático. Este tratamiento debe ser llevado a cabo por un psicólogo clínico con formación específica en EMDR.
El EMDR diferencia entre traumas con la T mayúscula y traumas con la t minúscula:
Este tipo de traumas T, pueden provocar Trastorno de estrés postraumático.
Este tipo de traumas t, pueden influir en la autoestima, autodefinición, autoconfianza y conducta óptima del niño o niña.
En el trauma, la información de la experiencia…queda “congelada en el tiempo”. Al recordar el suceso lo volvemos a reexperimentar sensorial y emocionalmente.
La intervención se plantea de cara a que los niños o adolescentes entiendan lo que ha pasado y le den un sentido, y es llevada a cabo por un psicólogo infantil.
Nos hacemos conscientes de algo cuando lo expresamos a través de nuestro lenguaje.
Durante el desarrollo, el niño se va construyendo una idea del mundo. Si la madre o el padre sólo le advierte de peligros, es probable que el niño perciba el mundo como un lugar peligroso y viva sintiendo miedo.
Es importante que los padres entiendan la importancia de que su hijo o hija pase por todas las etapas de desarrollo. La adolescencia puede ser una etapa complicada al ver la distancia que empieza a haber para llegar a conectar con los hijos. “Con lo fácil que ha sido antes que nos contaran sus cosas…”, es frecuente que te digan en consulta. Pero ahora se empiezan a distanciar, están rebeldes, están formando y consolidando su forma de ser. Necesitan demostrarse que son autónomos, que no necesitan de sus padres.
“Mejor que pase por la adolescencia a esta edad que no cuando tenga 40 años”, les decimos a veces los profesionales a los padres. Cuando se intuye o se sabe que el hijo/a ha pasado por un acontecimiento traumático, esta etapa en la que la comunicación con ellos puede ser más difícil, se convierte en especialmente dura para la familia.